Leccionario Dominical
Tercer domingo de Pascua
Año B • Pascua 3
Hechos 3:12–19
Salmo 4
1 San Juan 3:1–7
San Lucas 24:36b–48
La Colecta
Oh Dios, cuyo bendito Hijo se dio a conocer a sus discípulos en la fracción del pan: Abre los ojos de nuestra fe, para que podamos contemplarle en toda su obra redentora; quien vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Primera Lectura
Hechos 3:12–19
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles
Pedro dijo a la gente: «¿Por qué se asombran ustedes, israelitas? ¿Por qué nos miran como si nosotros mismos hubiéramos sanado a este hombre y lo hubiéramos hecho andar por medio de algún poder nuestro o por nuestra piedad? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha dado el más alto honor a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a las autoridades y a quien ustedes rechazaron, después que Pilato había decidido soltarlo. En vez de pedir la libertad de aquel que era santo y justo, ustedes pidieron que se soltara a un criminal. Y así mataron ustedes al que nos lleva a la vida. Pero Dios lo resucitó, y de esto nosotros somos testigos. Lo que ha hecho cobrar fuerzas a este hombre que ustedes ven y conocen, es la fe en el nombre de Jesús. Esa fe en Jesús es la que lo ha hecho sanar completamente, como todos ustedes pueden ver.
»Ya sé, hermanos, que cuando ustedes y sus jefes mataron a Jesús, lo hicieron sin saber en realidad lo que estaban haciendo. Pero Dios cumplió de este modo lo que antes había anunciado por medio de todos sus profetas: que su Mesías tenía que morir. Por eso, vuélvanse ustedes a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados.»
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Salmo 4
Cum invocarem
1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia; *
cuando estaba en angustia, tú me libraste;
ten misericordia de mí, y escucha mi oración.
2 “Mortales, ¿hasta cuándo volverán mi honra en infamia, *
amarán la vanidad, y buscarán la mentira?”
3 Sepan, pues, que el Señor ha escogido a los fieles para sí; *
el Señor oirá cuando yo a él clamare.
4 Tiemblen y no pequen; *
mediten en su corazón estando en su cama, y callen.
5 Ofrezcan sacrificios rectos, *
y confíen en el Señor.
6 Muchos son los que dicen: “¿Quién nos mostrará el bien?” *
Alza sobre nosotros, oh Señor, la luz de tu rostro.
7 Tú diste alegría a mi corazón, *
mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
8 En paz me acostaré, y en seguida dormiré; *
porque sólo tú, oh Señor, me haces vivir seguro.
La Epístola
1 San Juan 3:1–7
Lectura de la Primera Carta de San Juan
Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. Por eso, los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios. Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.
Pero todo el que peca, hace maldad; porque el pecado es la maldad. Ustedes ya saben que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados, y que él no tiene pecado alguno. Así pues, todo el que permanece unido a él, no sigue pecando; pero todo el que peca, no lo ha visto ni lo ha conocido. Hijitos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él es justo.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
El Evangelio
San Lucas 24:36b–48
X
|
El Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marco
|
¡Gloria a ti, Cristo Señor!
|
Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: —Paz a ustedes.
Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: —¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo.
Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: —¿Tienen aquí algo que comer?
Le dieron un pedazo de pescado asado, y él lo aceptó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: —Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.
Entonces hizo que entendieran las Escrituras, y les dijo: —Está escrito que el Mesías tenía que morir, y resucitar al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Comenzando desde Jerusalén, ustedes deben dar testimonio de estas cosas.
El Evangelio del Señor.
Te alabamos, Cristo Señor.