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Lecturas Dominicales 

Leccionario Dominical

Segundo domingo después de la Epifanía

Año C • Epifanía 2

Isaías 62:1–5

Salmo 36:5–10

1 Corintios 12:1–11

San Juan 2:1–11

La Colecta

Dios todopoderoso, cuyo Hijo nuestro Salvador Jesucristo es la luz del mundo: Concede que tu pueblo, iluminado por tu Palabra y Sacramentos, brille con el resplandor de la gloria de Cristo, para que él sea conocido, adorado y obedecido hasta los confines de la tierra; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre.  Amén.

 

Primera Lectura

Isaías 62:1–5

Lectura del libro del profeta Isaías

Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado;

por amor a ti, Jerusalén, no descansaré

hasta que tu victoria brille como el amanecer

y tu salvación como una antorcha encendida.

Las naciones verán tu salvación,

todos los reyes verán tu gloria.

Entonces tendrás un nombre nuevo

que el Señor mismo te dará.

Tú serás una hermosa corona real

en la mano del Señor tu Dios.

No volverán a llamarte «Abandonada»,

ni a tu tierra le dirán «Destruida»,

sino que tu nombre será «Mi predilecta»,

y el de tu tierra, «Esposa mía».

Porque tú eres la predilecta del Señor,

y él será como un esposo para tu tierra.

Porque así como un joven se casa con su novia,

así Dios te tomará por esposa,

te reconstruirá y será feliz contigo,

como es feliz el marido con su esposa.    

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

 

Salmo 36:5–10

Dixit injustus

5    Oh Señor, hasta los cielos llega tu amor; *

          tu fidelidad alcanza hasta las nubes.

6    Tu benevolencia es como las montañas más altas,

       tu providencia, como el abismo grande; *

          tú salvas, oh Señor, tanto a los humanos como a las bestias.

7    ¡Cuán precioso es tu amor! *

          Mortales e inmortales se acogen bajo la sombra de tus alas.

8    Festejan la abundancia de tu casa; *

          los abrevarás del torrente de tus delicias;

9    Porque contigo está el manantial de la vida, *

          y en tu luz vemos la luz.

10   Extiende tu bondad a los que te conocen, *

          y tu favor a los rectos de corazón.

 

La Epístola

1 Corintios 12:1–11

Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios

Hermanos, quiero que ustedes sepan algo respecto a los dones espirituales.

Ustedes saben que cuando todavía no eran creyentes se dejaban arrastrar ciegamente tras los ídolos mudos. Por eso, ahora quiero que sepan que nadie puede decir: «¡Maldito sea Jesús!», si está hablando por el poder del Espíritu de Dios. Y tampoco puede decir nadie: «¡Jesús es Señor!», si no está hablando por el poder del Espíritu Santo.

Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. Y hay diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos. Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos. Por medio del Espíritu, a unos les concede que hablen con sabiduría; y a otros, por el mismo Espíritu, les concede que hablen con profundo conocimiento. Unos reciben fe por medio del mismo Espíritu, y otros reciben el don de curar enfermos. Unos reciben poder para hacer milagros, y otros tienen el don de profecía. A unos, Dios les da la capacidad de distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero, y a otros la capacidad de hablar en lenguas; y todavía a otros les da la capacidad de interpretar lo que se ha dicho en esas lenguas. Pero todas estas cosas las hace con su poder el único y mismo Espíritu, dando a cada persona lo que a él mejor le parece.

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

 

El Evangelio

San Juan 2:1–11

X

Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan

¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Al tercer día hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos fueron también invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: —Ya no tienen vino.

Jesús le contestó: —Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía.

Ella dijo a los que estaban sirviendo: —Hagan todo lo que él les diga.

Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua. Jesús dijo a los sirvientes: —Llenen de agua estas tinajas.

Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo: —Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta.

Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido; sólo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo: —Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.

Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en él.    

El Evangelio del Señor.    

Te alabamos, Cristo Señor.

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