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Lecturas Dominicales 

Leccionario Dominical

Año B • Propio 27 • Semicontinuas

Rut 3:1–5; 4:13–17

Salmo 127

Hebreos 9:24–28

San Marcos 12:38–44

La Colecta

Oh Dios, cuyo bendito Hijo vino al mundo para destruir las obras de Satanás y hacernos hijos de Dios y herederos de la vida eterna: Concede que, teniendo esta esperanza, nos purifiquemos así como él es puro; para que, cuando vuelva con poder y gran gloria, seamos hechos a su semejanza en su glorioso y eterno reino; donde contigo y el Espíritu Santo, vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.

Primera Lectura

Rut 3:1–5; 4:13–17

Lectura del Libro de Rut

Un día Noemí le dijo a Rut: —Hija mía, yo debo buscarte un esposo que te haga feliz. Mira, nuestro pariente Booz, con cuyas criadas estuviste trabajando, va a ir esta noche al campo a separar el grano de la paja. Haz, pues, lo siguiente: Báñate, perfúmate y ponte tu mejor vestido, y vete allá. Pero no dejes que Booz te reconozca antes que termine de comer y beber. Fíjate bien en dónde se acuesta a dormir. Entonces ve y destápale los pies, y acuéstate allí. Luego, él mismo te dirá lo que debes hacer.

Rut contestó: —Haré todo lo que me has dicho.  […]

Así fue como Booz se casó con Rut. Y se unió a ella, y el Señor permitió que quedara embarazada y que tuviera un hijo.

Entonces las mujeres decían a Noemí: —¡Alabado sea el Señor, que te ha dado hoy un nieto para que cuide de ti! ¡Ojalá tu nieto sea famoso en Israel! Él te dará ánimos y te sostendrá en tu vejez, porque es el hijo de tu nuera, la que tanto te quiere y que vale para ti más que siete hijos.

Noemí tomó al niño en su regazo y se encargó de criarlo. Al verlo, las vecinas decían: —¡Le ha nacido un hijo a Noemí!

Y le pusieron por nombre Obed. Éste fue el padre de Jesé y abuelo de David.

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

 

Salmo 127

Nisi Dominus

1   Si el Señor no edificare la casa, *

         en vano trabajan los que la edifican.

2   Si el Señor no guardare la ciudad, *

         en vano vela el vigilante.

3   Vano es madrugar y acostarse tarde,

     vano también comer el pan del trabajo; *

         pues a su amado le da el sueño.

4   He aquí, herencia del Señor son los hijos, *

         y el fruto del vientre, un don.

5   Como saetas en manos de un guerrero, *

         así son los hijos de nuestra juventud.

6   ¡Dichoso el que llena con ellas su aljaba! *

         No será avergonzado cuando contienda

         con sus adversarios en la puerta.

 

La Epístola

Hebreos 9:24–28

Lectura de la Carta a los Hebreos

Cristo no entró en aquel santuario hecho por los hombres, que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el cielo mismo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor. Y no entró para ofrecerse en sacrificio muchas veces, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena. Si ése fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado. Y así como todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio, así también Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

Palabra del Señor.

Demos gracias a Dios.

 

El Evangelio

San Marcos 12:38–44

X

Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos

¡Gloria a ti, Cristo Señor!

Jesús decía en su enseñanza: «Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo.»

Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: —Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.

El Evangelio del Señor.

Te alabamos, Cristo Señor.

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